viernes, 4 de agosto de 2017

TÚ ME ENSEÑABAS LOS DÍAS

Ahora soy yo quien sufre por ti,
y tú quien necesitarías de mí.

Mujer de mi vida toda,
del afecto y la distancia.

Envejeciendo cada hora
tras la ventana que da al pasadizo, 
al túnel que nos aleja el mundo.
Sólo pasan coches anónimos,
vacíos,
de desconocidos,
de conocidos desconocidos.

Tu vida,
llena de vidas muertas.
Tu casi no futuro,
sólo de memorias.
Tus pequeñas alegrías 
que festejas con entusiasmo 
de críos.
Tus movimientos enfermos
obligas generosa, 
inconsciente.

No sé quién sufre por quien 
ni quién necesita más.

Tus ojos, ya ni miel.
tu carne temblorosa
entre barbilla y garganta.
Tu sonrisa que traspasa
desde pensamientos 
anteriores,
que la distraen
e impiden clavarse
como afán estable,
mirando más allá
demasiado tiempo.

Ahora soy yo quien teme por ti,
tú quien espera por mí.

Quería tanto a la tuya
yo también,
que el día siguiente de la muerte,
siendo como era yo
todavía un niño,
dormí junto a su cama
queriéndola y llorándole,
como lo haría el niño más triste.

Ahora tú eres ella.
Tú miras,
sentada junto a la ventana,
tan ajena al ruido como a la prisa,
esos coches metálicos
que pasan sin sonido.

No sé quién llora por quien
o quien sufre por quién.

Después de tanto bueno,
ahora la pena.
Después de tanto recibir,
ahora, 
y tan cerca,
el vacío.

¿Dormiré también 
junto a tu cama dentro de dos años?
Hace mucho tiempo
que no soy un niño.
Hace mucho tiempo 
que no sólo te quiero como a la madre;
como aman los mamíferos.
Te quiero como a alguien que se hizo
inevitablemente 
querible. Llorable, 
inevitable.

Tus gestos temblorosos,
tus movimientos
dolorosos y lentos,
como ella,
te convierten en ella.
Ella era también la madre;
tú eres mamá.

No sé quién espera de quién o
qué queda esperar.

¿Hay todavía alegría
en tus rutinas?
¿Cuando él te peina y
te consulta cómo hacer
la comida?
¿Hay entusiasmo 
en tus proyectos?
Tú me enseñabas a mí
el entusiasmo.
Ella te enseñaba cada día.
Tú me enseñabas los días.

Domingo 21 de noviembre de 2010.
(Revisado el 29 de noviembre de 2014)
Murió Luisa Martínez a las diez de la noche 
del 28 de abril de 2012.

martes, 1 de agosto de 2017

ÁBRASE LA PUERTA
y que el palomar agite sus alas borrosas.
Que la penumbra se torne insegura
pero el regocijo estable, de pirámide.
Que el dorado pastel de tu pelo 
no se detenga en toda la tarde.
Que tu abanico abra sus plumas
y desde ellas se curven sonrisas.
Que tu boca abrillante palabras
y entre alguna se guiñe mi nombre.
Que de tus labios despeguen besos
para que curen los cielos si son ocres.
Que de tus ojos se empape el paisaje.
Que hasta tus cejas se alfargue el deseo.
Que tu cintura acaricie mis dedos
y que las sombras pierdan su peso.
Que se abracen todos los rincones
y la ternura resista el camino.
Que entre tus ingles discurra la vida 
y nos trascienda y eternice
y se desvele
y se derrame... 
hasta las puntas del pecho.
Que de mis sueños surja lo mío más verdadero
y en mi camino, delante, contigo, lo hinquen flores de luces.
Que de lo inerte nazcan anhelos
y que la calma incube deseos.
Que de tu ropa estalle el manantial de tu cuerpo
y de tu cuerpo el día y sus noches.
Que de tus ojos se ondulen miradas
que embellezcan de frente lo bello.
Que en tus latidos se mezan los miedos
o que se acuñen canciones muy suaves;
Que me festejes cualquier sollozo
y que se arrulle lo viejo de nuevo.
Porque delante de ti, otra vez,
se ensancha lo eterno.
Porque en torno a ti
sólo lo bueno quiere serlo.
Porque al lado tuyo
sólo lo bello puede serlo.
Porque fuera de ti
no hay más que anhelo.
Porque antes de ti
sólo iba el miedo.
Escóndelo, tápalo; 
que no escape ya más.
Porque yo no debo,c
no puedo...,
verlo.