martes, 1 de agosto de 2017

ÁBRASE LA PUERTA
y que el palomar agite sus alas borrosas.
Que la penumbra se torne insegura
pero el regocijo estable, de pirámide.
Que el dorado pastel de tu pelo 
no se detenga en toda la tarde.
Que tu abanico abra sus plumas
y desde ellas se curven sonrisas.
Que tu boca abrillante palabras
y entre alguna se guiñe mi nombre.
Que de tus labios despeguen besos
para que curen los cielos si son ocres.
Que de tus ojos se empape el paisaje.
Que hasta tus cejas se alfargue el deseo.
Que tu cintura acaricie mis dedos
y que las sombras pierdan su peso.
Que se abracen todos los rincones
y la ternura resista el camino.
Que entre tus ingles discurra la vida 
y nos trascienda y eternice
y se desvele
y se derrame... 
hasta las puntas del pecho.
Que de mis sueños surja lo mío más verdadero
y en mi camino, delante, contigo, lo hinquen flores de luces.
Que de lo inerte nazcan anhelos
y que la calma incube deseos.
Que de tu ropa estalle el manantial de tu cuerpo
y de tu cuerpo el día y sus noches.
Que de tus ojos se ondulen miradas
que embellezcan de frente lo bello.
Que en tus latidos se mezan los miedos
o que se acuñen canciones muy suaves;
Que me festejes cualquier sollozo
y que se arrulle lo viejo de nuevo.
Porque delante de ti, otra vez,
se ensancha lo eterno.
Porque en torno a ti
sólo lo bueno quiere serlo.
Porque al lado tuyo
sólo lo bello puede serlo.
Porque fuera de ti
no hay más que anhelo.
Porque antes de ti
sólo iba el miedo.
Escóndelo, tápalo; 
que no escape ya más.
Porque yo no debo,c
no puedo...,
verlo.

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